Cómo el COVID-19 está afectando a las mujeres cultivadoras de amapola en Guerrero, México

Amapola de opio. Fuente: Pixabay

Desde el inicio de la pandemia, se ha escrito mucho sobre sus efectos en las personas que consumen drogas, en el tráfico de drogas y en la necesidad de poner en libertad a las personas detenidas arbitrariamente en centros de tratamiento obligatorio.

Equis Justicia para las Mujeres (EQUIS) - una ONG feminista dedicada a facilitar el acceso de las mujeres a la justicia en México - y un colectivo de mujeres que cultivan amapola en el estado de Guerrero - quieren llamar la atención sobre otra dimensión de la intersección entre las precauciones frente al COVID- 19 y la política de drogas: la de la creciente privación de las mujeres en el contexto de la pobreza rural, el crimen organizado y la cultura patriarcal.

Este artículo, que forma parte de un proyecto más amplio que se publicará a principios de 2021, destaca el impacto de las medidas de distanciamiento social, destinadas a evitar la propagación del COVID-19, en las mujeres cultivadoras de amapola en México.

 

Cultivo de amapola en Guerrero

 

EQUIS ha estado trabajando con 33 mujeres pertenecientes a comunidades que, durante las últimas cuatro décadas, se han dedicado al cultivo de amapola para la producción y comercialización de heroína hacia los Estados Unidos. Las mujeres productoras son invisibilizadas y no son escuchadas, experimentando a menudo una fuerte estigmatización y criminalización.

Siendo el tercer mayor productor de amapola del mundo, México proporciona el 6% de la producción mundial, después de Myanmar (7%) y Afganistán (84%). Si bien el cultivo de amapola se puede encontrar en 18 de los 32 estados de México, Guerrero, ubicado en el sur del país en la costa Pacífica, representa el 60% de la producción nacional. Guerrero es también el segundo estado más pobre de México: mientras en 2018, el 41.9% de los mexicanos vivían en la pobreza y el 7.4% en la pobreza extrema, las estimaciones para Guerrero ascendían al 66.5% y al 26.8% respectivamente.

La participación en el comercio mundial de amapola ha permitido a muchos productores generar ingresos suficientes. Desde la década de los 70’, el cultivo de amapola se ha llevado a cabo en comunidades pobres predominantemente rurales con poco o ningún acceso a actividades económicas más allá de la agricultura de subsistencia. Los agricultores entrevistados por Noria Research en el período 2016-17 informan que la pasta base de opio se pagaba entre USD 1.060 y USD 1.480 por kilo, dependiendo de la temporada de cosecha. Pero, desde mediados de 2017, los precios han caído a tan sólo 315 dólares el kilo o menos, en gran parte debido a una caída en la demanda de heroína (y al creciente mercado de fentanilo en los Estados Unidos). La mayoría de las familias se han visto obligadas a dejar el cultivo por completo.

Aunque los agricultores y sus familias pueden decidir de manera autónoma si cultivar o no, existe una presión constante para producir opio para los jefes de los cárteles en la región. El cartel “Jalisco Nueva Generación” controla el tráfico de heroína hacia Estados Unidos. Los grupos criminales locales - conocidos como “Los Comunitarios” - “ofrecen protección” contra el COVID-19 usando la amenaza de la violencia letal y el control. Los Comunitarios juegan un papel importante en la definición e imposición de medidas de distanciamiento social entre las mujeres cultivadoras y al interior de las comunidades locales.

 

COVID-19 y aumento en las tasas de pobreza

 

México ha registrado más de 100 mil muertes por COVID-19 desde el inicio de la pandemia. El país parece atrapado entre confinamientos estrictos (aunque estos se han ido aflojando tímidamente) y oleadas convergentes de la pandemia. La crisis se ve agravada por un presidente que, en línea con otros líderes populistas e irresponsables como Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, en general ha desestimado la gravedad de dicha crisis de salud pública, así como la necesidad de tomar medidas de precaución y protección como el uso de mascarillas y otros EPP. Pero localidades pobres como Guerrero, con poco o ningún acceso a servicios de salud, no pueden darse el lujo de burlarse de la vida y la muerte.

La rutina diaria de las mujeres cultivadoras y sus familias ha cambiado abruptamente desde marzo de 2020: se han suspendido las escuelas y los servicios médicos regulares, al igual que el transporte público y el comercio local. Las familias han visto sus cosechas (principalmente frutas de temporada que las mujeres y los niños vendían en las carreteras a los conductores que pasaban), pudrirse y desperdiciarse debido a la falta de flujo comercial. Bienes esenciales como los productos de limpieza, la leche y los alimentos procesados básicos a menudo no se encuentran en los estantes de las tiendas locales, y los precios aumentan debido a la escasez cuando dichos productos están disponibles.

Somos más pobres… no hay trabajo; apenas tenemos para comer, no es como antes cuando se podía cultivar algo o ir a la ciudad para trabajar, ya no, muchacha, la gente ya no viene a nuestros pueblos a comprar nuestros productos (Consuelo).

No hay plata, no hay ventas, no podemos ir a la ciudad para vender nuestros productos (Elsa).

Desde que empezó la pandemia, nuestras cosechas se están pudriendo. Peras, duraznos, todo está pudriéndose porque nadie compra (Alejandra).

Algunas familias - las encabezadas por hombres - que pueden cultivar tierras de propiedad colectiva, han podido seguir cultivando maíz, frijoles y otras hortalizas básicas para el consumo local, dependiendo de las economías informales de la donación, el regateo y el comercio de sobrevivencia. Aun cuando la falta de ingresos, la empleabilidad y el hambre afectan a todos en estas comunidades (lo que a veces resulta en el uso de trabajo infantil) las relaciones patriarcales exponen a las mujeres y sus hijos a una mayor vulnerabilidad frente a la violencia.

 

Participación política y económica de las mujeres en sus comunidades

 

Típicamente, las relaciones sociales en Guerrero están fundamentalmente arraigadas en estructuras patriarcales. Las mujeres no suelen poseer ni heredar tierras; su acceso depende de su linaje, del hecho que sus padres o maridos tengan derecho a la tierra y a la representación política. Las mujeres viudas sólo tienen acceso a la tierra si la han heredo formalmente de sus cónyuges. Las madres solteras o las mujeres separadas a menudo tienen que vivir con sus padres para poder mantenerse a sí mismas y a sus hijos.

Como madre soltera he sufrido mucho, porque no dependo de nadie, vivo al día a día, y ahora no hay trabajo (Mariana).

En términos políticos, las decisiones son tomadas en asambleas comunitarias. Sin embargo, sólo los propietarios de tierras o los representantes de las familias pueden votar.

El representante del hogar es sólo uno y es el padre de familia. Las mujeres viudas pueden votar pero su voto es el último en contabilizarse (Concepción).

Las medidas de distanciamiento social implementadas durante el confinamiento - lavado de manos, uso de mascarillas, cierre de escuelas y suspensión del transporte público, entre otras - fueron decididas en gran parte por un representante de la comunidad - “el comisario” - y los Comunitarios, e impuestas por grupos del cartel. Tales procesos de toma de decisiones de arriba hacia abajo están legitimados en Guerrero a pesar de que las mujeres no pueden ejercer plenamente su ciudadanía. Las comunidades han expresado temor ante la constante amenaza de violencia armada que estructura su precaria vida cotidiana.

Este grupo de los “comunitarios” son personas que nos dan seguridad. Para ser honesta, forman parte de un grupo criminal y no pertenecen a nuestra comunidad. Desde noviembre de 2019 han estado participando en nuestras reuniones y asambleas, y la gente se ha sometido a las decisiones que toman (Concepción).

A lo largo del proceso de investigación, las mujeres contaron sus historias de vulnerabilidad y vientres vacíos. La interacción de los grupos criminales, la opresión sexista y la pobreza crónica sientan las bases de las experiencias de las mujeres durante la pandemia, caracterizada por la falta de acceso al dinero necesario para comprar alimentos y otros recursos de subsistencia esenciales. Estas difíciles condiciones también han fomentado la comunicación, la escucha y el intercambio entre las mujeres, con el propósito de organizar y producir cambios muy necesarios. Así lo expresó una de las mujeres que entrevistó a sus compañeras de la comunidad:

Siento que cada día nos empobrecemos más en la Sierra, por los problemas de seguridad y el precio a la baja de nuestro principal cultivo y fuente de vida, la amapola. Me gustaría que el gobierno nos prestara atención, que nos diera proyectos productivos, caminos para comercializar nuestros productos, escuelas para educar a nuestros hijos y médicos que poder seguir adelante.

Es importante reunir y compartir los sentimientos de mis compañeras productoras, escuchar sus necesidades, lo que les falta y todas las necesidades que compartimos. Al recopilar y compartir esta información, permitimos que otras personas sepan lo que sentimos, vivimos y queremos (Guillermina).

 

*Corina Giacomello es investigadora de la Universidad de Chiapas y Equis Justicia para las Mujeres, México; cgiacomello@gmail.com