Después de la coca: cómo la guerra contra las drogas coloniza la selva colombiana

Uno de los primeros y consistentes objetivos de la guerra global contra las drogas ha sido la planta de coca. Incluso después de los acuerdos de paz en Colombia, los esfuerzos internacionales patrocinados por Estados Unidos para controlar el suministro de drogas siempre se centrarán en suprimir los cultivos de coca en sus países productores, sin importar el costo.
Mientras que la coca es una cosecha estable y rentable para el cultivo campesino local, a nivel nacional e internacional, es un objetivo para erradicar. Si bien la obstinada búsqueda de erradicar toda la cocaína contribuye directamente a la destrucción sistemática de los bosques tropicales en la región andina y amazónica, la subsecuente ocupación de tierras por empresas agrícolas comerciales transforma irrevocablemente áreas de gran biodiversidad e importancia para la conservación en pastizales privatizados.
La criminalización de la coca significa que hay un ciclo destructivo constante de bosques que se cortan para cultivar coca, que luego es erradicada por el gobierno con el herbicida cancerígeno glifosato. Las personas campesinas, en consecuencia, desplazan sus campos hacia lo más profundo del bosque, dejando atrás zonas de tierra vacía, donde el arbusto y la flora circundante han muerto. Estos terrenos abandonados a menudo son colonizados por fuerzas privadas, como ganaderos, que los transforman en campos para el pastoreo. Estos agronegocios son cada vez más responsables de empujar la frontera agrícola más y más hacia el bosque.
Desde el cielo se pueden ver las antiguas plantaciones de cultivos de coca en el bosque, parcelas de tierra vacías listas para ser ocupadas.
La guerra contra los bosques
La Guerra contra las Drogas no solo es una guerra contra las personas, es una guerra contra los bosques y contra las tierras sin dueños. La ocupación de tierras está efectivamente legitimada por la represión del gobierno contra los cultivos de coca, siempre enmarcados como un gran mal que requiere erradicación.
Los datos del gobierno ilustran la relación entre el crecimiento de la coca, cuánta deforestación provoca y hasta qué punto se erradica. Sin embargo, no se dice mucho sobre la dinámica del uso de la tierra después de la erradicación de la coca.
El proceso de deforestación colombiano no es uniforme, ni liderado por una sola fuente: la evidencia del gobierno de 2005 a 2015 mostró que el 50% de la tierra deforestada se convirtió en pastizales. Otro análisis destacó que los principales impulsores de la deforestación en el país fueron la conversión a pastizales, las prácticas extensivas de pastoreo de ganado y la expansión de las fronteras agrícolas hacia las tierras forestales. Algunas fuentes miden que la industria ganadera ha causado casi el 90% de la pérdida de bosques en la región amazónica de Colombia.
La ganadería como método de colonización de la tierra se ha llevado a cabo en Colombia durante casi 30 años: el Programa Plante de desarrollo alternativo de 1994 ofreció el pastoreo extensivo de ganado y la titulación de tierras como incentivo para alejarse de las plantaciones de coca. Estos programas ofrecen ingresos sustancialmente menores para las personas cultivadoras que la coca, pero es el mejor camino para poseer legalmente la tierra en la que se trabaja. Sin embargo, dado que la mayoría de los campesinos en realidad no poseen ganado, esta tierra es arrendada o comprada por personas propietarias de ganado, quienes utilizan acuerdos con los gobiernos locales para asegurarse de controlar el futuro de la tierra.
En 2016, personas colombianas que están haciendo investigación, modelaron cómo los proyectos de desarrollo como la agricultura legal y la apertura de rutas de transporte hacia el Amazonas (y no el cultivo de coca) fueron realmente los factores clave de la deforestación. Sus resultados determinaron que “el cultivo de coca no es una causa importante de deforestación directa ni un factor poderoso que determine las tasas de deforestación”, y que los esfuerzos para detener la deforestación deben centrarse en estabilizar la frontera agrícola más que en la erradicación de la coca.
El impacto de las plantaciones de coca en la deforestación se ha sentido exagerado, pero es innegable que se han perdido cantidades significativas de tierras forestales. El desafío sigue siendo identificar qué tierras que antes se usaban para el cultivo de coca se están transformando en tierras privadas de ganadería.
Identificación de la tierra en transición
Las estadísticas del gobierno hacen un mal trabajo al registrar el propósito de transición de la tierra. En 2017, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia afirmó que el 24% de todas las áreas deforestadas fueron causadas por cultivos de coca, justificando en ese momento una mayor erradicación aérea de la planta. Sin embargo, los datos históricos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) destacaron que entre 2005 y 2015, el principal impulsor de la deforestación había sido la conversión de pastizales y el pastoreo intensivo de ganado, que representaban el 50 % de toda el área deforestada; sólo el 5% fue causado por cultivos de coca.
Mapa 1, a la izquierda: se indica la presencia de cultivos de coca en el mapa de la izquierda: lo que está en rojo es territorio con cultivos históricos de coca. Fuente: UNODC, 2019
Mapa 2, a la derecha: Intensidad de la deforestación en Colombia en 2019: el mapa de calor indica en rojo las áreas con mayor deforestación. Fuente: IDEAM, 2019
El mapa de la izquierda resalta en rojo los territorios permanentes de coca; estos son territorios donde la coca se transforma en pasta de cocaína, o donde las personas locales cultivan coca constantemente. En naranja y amarillo se encuentran los territorios que han sido impactados reciente o intermitentemente por cultivos de coca, respectivamente. En verde son parcelas de tierra recientemente abandonadas. Los territorios de naranja a verde representan las tierras forestales en disputa que fueron taladas y vulnerables a la privatización comercial.
El mapa 2 muestra los “núcleos de deforestación” en Colombia, identificados por el IDEAM en 2019. Muchos de estos núcleos se corresponden con los territorios naranja, amarillo y verde del mapa 1.
Aunque el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible dijo que el 24% de todas las áreas deforestadas en 2017 fueron causadas por plantaciones de coca, la propia evidencia del IDEAM ha demostrado que el 50 % del cambio total de suelo entre 2005 y 2015 fue de tierras forestales a pastizales y tierras de pastoreo, con solo 5% que se pierde por cultivos de coca. Parece haber una incongruencia entre la cifra del gobierno para la deforestación causada por la coca y el cambio de tierras a pastizales del IDEAM: el análisis de este último es corroborado por análisis de otras organizaciones internacionales, que han demostrado que el 68% de las áreas deforestadas en Colombia entre 2000 y 2010 han sido convertidos en pastizales.
Mientras que revelar la transformación de los campos de coca en pastizales privados seguirá siendo difícil de demostrar, está claro que el actual enfoque prohibicionista de las políticas de drogas está contribuyendo directa y sistemáticamente a la destrucción de los bosques tropicales, un patrón que se repite en toda América Latina. La continua criminalización de la coca significará que su cultivo y erradicación continuarán arrasando tierras forestales nuevas y que no han sido tocadas, generando más deforestación. Las posibilidades para la regeneración del bosque son escasas ya que la tierra requiere de una replantación y un cuidado extensivo, necesidades que no se cumplen en la tierra que se utiliza con fines agrícolas o de pastoreo.
¿A quién le pertenece el bosque?
Preguntar de quién es la tierra apropiada podría ser una pregunta potencialmente peligrosa. Si bien el bosque es técnicamente tierra pública, su colonización lo transforma en territorio privado. Sin embargo, ¿no es también un grave error que esta tierra no se proteja ni se le dé la oportunidad de recuperarse, sino que sea tomada por una fuerza igual de extractiva y ambientalmente violenta?
Intentar responder o desafiar la cuestión de la propiedad de la tierra es una tarea que podría implicar una amenaza a la vida, ya que muchas personas que estudian, viven o defienden la selva colombiana han sido amenazadas o incluso asesinadas. Está claro que nuevos terratenientes se comportan de manera similar a cultivadores de coca, con la legitimidad adicional de que pueden colonizar la tierra en terrenos privados de ganadería. La fertilidad relativamente pobre del suelo del bosque significa que quienes se dedican al ganado continuarán expandiéndose en el bosque, validado por la guerra del gobierno contra la coca. La transformación de tierras forestales también puede ser un negocio lucrativo, especialmente porque el gobierno colombiano es consciente del crecimiento masivo que ha experimentado esta industria en la última década.
Si bien ciertamente hay beneficios económicos para la industria ganadera para la nación, es importante comprender su relación con la deforestación y qué tipo de daño a largo plazo puede estar causando al medio ambiente. Esta relación ya compleja se complica aún más por las presiones internacionales para que Colombia frene las exportaciones de cocaína del país.
La pregunta que queda sin respuesta es qué se debe hacer con la tierra después de haber estado allí la coca. Si no se reforesta, o se protege de la colonización, simplemente será ocupada por quien sea la persona más fuerte en el área. Contra el espíritu del proceso de paz, esto no es devolverle el equilibrio a la tierra colombiana; está perpetuando los daños a las poblaciones locales y al ecosistema, y reemplazando la autoridad del estado con la propiedad privada de la tierra.
Continuar con una política de erradicación de la coca seguirá desplazando los cultivos de coca, haciéndole el juego a las agroindustrias privadas que están felices de que se les despeje la tierra para colonizar. Esta relación debe abordarse rápidamente para evitar la pérdida de tierras públicas y la desaparición permanente de las tierras forestales.
Guillermo Andrés Ospina es un investigador colombiano que se enfoca en la gobernanza de la tierra y su intersección con la coca. Puede ser contactado en guillermo.ospina@ulagos.cl