La guerra contra las drogas y la justificación de las muertes negras

Un hombre deja una fotografía en el memorial de George Floyd el miércoles por la tarde, luego de que éste muriera la noche del lunes en Minneapolis. Fotografía de Lorie Shaull.
Nuestra relación al castigo, a la supremacía blanca y al racismo anti-negros se intersectan. Desde una lógica carcelaria, “los criminales” merecen ser castigados. Pero la negritud siempre es criminal a priori. En lugar de apoyarse en hechos concretos relacionados con las drogas, la adicción y la criminalidad, las políticas de drogas están siendo moldeadas por ideas y falsos conceptos que se fundamentan en juicios morales y lógicas racializadas sobre “los criminales”. Esto es perjudicial para todos, y especialmente para las comunidades negras.
Kojo Koram, editor del The War On Drugs And The Global Colour Line, lo plantea así: “Apreciar cuán porosas son las clasificaciones raciales de la diferencia, es comenzar a entender mejor la violencia que acompaña el momento de la certeza racial; la sub-humanidad, el animalismo y la desviación proyectadas en un sujeto racialmente subordinado son rasgos potenciales del idealizado humano (Europeo).” El racismo va más allá de la política de las diferentes identidades humanas; el racismo define quién es humano.
Si pensamos en las drogas como sustancias transgresoras, que tienen el poder de transformar “incluso al más racional, autónomo, ilustrado y soberado ´hombre` europeo en la figura holgazana, violenta y depravada del subhumano”, ¿qué sucede cuando extendemos esto hasta abarcar la negritud? Si la negritud siempre significa a priori falta de humanidad, llegamos a un intrigante y horrible argumento: la criminalización y estigmatización asociadas a las drogas como acto de transgresión no dista mucho de la realidad que ya vivimos las personas negras, consumamos drogas o no.
Cuando las personas blancas que consumen drogas son criminalizadas y atacadas con violencia y sin consideración por su humanidad; así, el acto de transgredir lo que significa ser humano se enfrenta con el castigo de las políticas carcelarias. Pero la verdadera cualidad de Humano, imbuida de la posibilidad de inocencia, nunca es atribuida a las personas negras por principio. La más perniciosa consecuencia de la guerra contra las drogas es la mezcla entre la doble violencia del racismo del estado carcelario y la precaria y persistente vulnerabilidad al castigo que observamos en todas las esferas de nuestras vidas.
DPA mourns the death of George Floyd. “Drug involvement” is far too often used as a justification for illegal stops, arrests, and murder. Officers made callous jokes about drug use as he gasped for breath, as if drug use could justify his death. #GeorgeFloyd #BlackLivesMatter pic.twitter.com/HzBejXZNsP
— Drug Policy Alliance (@DrugPolicyOrg) May 28, 2020
DPA siente la muerte de George Floyd. El “vínculo con drogas” es demasiado comúnmente una justificación para las detenciones, arrestos y asesinatos. Los oficiales hicieron bromas crueles sobre el uso de drogas mientras él se ahogaba, como si el uso de drogas pudiera justificar su muerte.
George Floyd murió mientras un oficial bromeaba: “No te metas con drogas”.
Estar vinculado con drogas no es excusa. No hay excusa.
La guerra contra las drogas se manifiesta también en reportes periodísticos donde se lee: “Joven padre que murió después de un enfrentamiento con la policía ´se jactaba de tráfico de drogas en Facebook y se auto-apodaba Duro de Matar´, luego que el joven negro de 20 años Rashan Charles muriera poco después de ser reducido por la policía.
Imágenes del incidente, sucedido en el este de Londres en julio de 2017 parecían mostrarlo tragándose un paquete. A partir de eso se especuló que el paquete contenía drogas ilícitas, lo que fue extensamente enfatizado en los medios de comunicación, pese a haber sido posteriormente desmentido por fuentes ligadas al proceso. Sospechar que alguien pueda haberse tragado la droga para evitar el control policial no es realmente el tema. El problema es denigrar el carácter de Charles en base a una especulación y, como lo reitera la reciente muerte de George Floyd, ciertamente no es un problema que sólo atañe a este caso en particular.
La guerra contra las drogas es una forma de control racial y social ejercido por el Estado.
La muerte de Rashan Charles fue justificada en la consciencia supremacista blanca porque se le atribuyó un carácter moralmente aborrecible: alguien que no sólo consumía drogas, sino también las vendía. El mensaje fue que este hombre negro era un criminal porque era negro y porque estaba involucrado con drogas y, en consecuencia, lógicamente merecía su destino. Recae sobre cada uno de nosotros la responsabilidad de rechazar esta lógica sin cesar, y de sacar la voz cuando nuestras políticas de drogas reflejen y sostengan estas narrativas mortíferas. En el momento en que Rashan Charles entró en contacto con la policía, un joven padre negro fue envuelto en un infundado halo de criminalidad y en un racismo anti-negros profundamente enraizado.
La guerra contra las drogas es la crueldad con la que las vidas negras son arrancadas y sus desapariciones justificadas sin castigo. Reconocer Rashan Charles, George Floyd o cualquier otra persona negra como una vida sensible, es rechazar esas aberraciones. La reforma a la política de drogas debe ser llevada a cabo junto a una transformación de nuestra relación al castigo, lo que significa un compromiso radical con un nuevo orden de cosas. O nos arriesgamos a que dicha reforma no signifique nada.