Mujeres contra Mujeres en la Guerra Antidroga de Duterte

Filipinas es el centro de la guerra antidroga más sangrienta del mundo. Apenas dos años después de que el presidente Rodrigo Duterte lanzara 'Oplan Double Barrel', la cifra de muertos resultante de la campaña antidroga ha sido de casi 4.500. Más allá de [lo que informan] las agencias gubernamentales, algunos defensores de los derechos humanos afirman que la cifra de civiles muertos es de 20.000.

Sin embargo, al igual que con cualquier otra guerra, el número de víctimas supera con creces cualquier estadística oficial, y son las mujeres en particular las que se ven afectadas desfavorablemente. Y con la politización de las guerras antidroga, alega Bianca Ysabelle Franco, la guerra contra las mujeres también se convierte en una guerra entre mujeres. Consulte la información que se brinda a continuación.

           Este artículo fue publicado originalmente en BroadAgenda. Lea el artículo original.

Está ampliamente documentado que las guerras antidroga lanzadas en todo el mundo han tenido efectos adversos en las mujeres. Filipinas, el país que ahora es el centro de la guerra antidroga más sangrienta del mundo, no es la excepción.

Sin embargo, hay otro aspecto a considerar en esta historia: A medida que la guerra contra las drogas en Filipinas se va politizando, ya no es sólo una guerra contra las mujeres. También se ha convertido en una guerra entre mujeres.

Una ficha informativa de la División Políticas y Programas de ONU Mujeres muestra que las éstas intervienen en tareas de alto riesgo en el comercio de drogas, pero perciben un salario mucho menor que el de los hombres. En México, los informes de los medios de comunicación indican un aumento impresionante [en el número] de mujeres asesinadas. Las pandillas enemigas matan a las esposas de sus rivales. Por otro lado, las esposas se convierten en blancos de agresión por parte de sus esposos, frustrados por la pobreza extrema. La policía lleva a cabo arrestos masivos de mujeres para “inflar” los números.

En otros países de América Latina, las mujeres que trabajan de “mulas”1 tragan píldoras de plástico llenas de drogas e insertan drogas en sus genitales para eludir a los agentes de la ley.

En países con políticas antidroga severas, las mujeres se vuelven prescindibles. Están pagando el precio de estas guerras.

En Europa occidental y Canadá, las mujeres de color reciben las sentencias más severas por los más insignificantes delitos de drogas. El encarcelamiento también ha agravado profundamente el estigma que existe contra ellas. En países con duras políticas antidroga, las mujeres se vuelven prescindibles. Están pagando el precio de estas guerras.

Manila, Filipinas

En 2016, el presidente filipino, Rodrigo Duterte, lanzó su campaña contra las drogas ilegales, Oplan (plan de operación) Double Barrel.

Como parte de mi investigación sobre el impacto que la guerra antidroga en Filipinas tiene sobre las mujeres, hablé con aquellas cuyos familiares fueron asesinados en las calles en operaciones antidroga realizadas por hombres armados y enmascarados. Descubrí que estas mujeres son sistemáticamente victimizadas tras la muerte de los sostenes de sus familias. De hecho, las mujeres son las más afectadas por los programas punitivos contra los narcóticos.

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En nuestro campo de trabajo la guerra contra las drogas ha alterado la cohesión en el barangay (aldea). En las áreas a la vanguardia de la violencia, se genera un clima incipiente de desconfianza entre las mujeres.

Tomemos a Susan, una madre de cinco hijos de unos 40 años. Su hijo fue apuñalado repetidamente por hombres no identificados a pocos kilómetros de su casa. Ella escuchó comentarios despectivos de vecinos chismosos sobre su hijo fallecido, que decían que su hijo era el ladrón del vecindario, lo cual ella niega enérgicamente.

Días antes de que mataran a su hijo, unos hombres desconocidos entraron a su casa por la fuerza en busca de él. La casa tenía una marca roja para indicar que ese lugar estaba en la lista de viviendas vigiladas por drogas. Su otro hijo está oculto.

La política de marcar casas, [como en el caso de la de] Susan, fue implementada por Josephine, la jefa de la aldea. Estas polémicas requisas, casa por casa, son su mayor logro. “Ahora es más tranquilo”, dijo cuando le pedimos que comparara la situación de su aldea antes del mandato de Duterte con la situación actual.

Tras la muerte de sus familiares, estas mujeres han visto decrecer el número de sus amigos, a tal punto que nadie asistió a los velatorios de sus maridos.

Ellas lamentaron sus pérdidas solas porque sus amigos y parientes tenían demasiado miedo de asistir a los velatorios y acompañarlas. Una de mis encuestadas, Kristina, se encontró sola con sus cuatro hijos pequeños durante el velatorio de su marido. Ella no tenía suficiente dinero para pagar el entierro de su esposo. La fetidez del cadáver llamó la atención de un párroco, que la ayudó a recaudar los fondos necesarios.

Esto es grave porque en el entorno de la aldea, los lazos entre las amas de casa son necesarios para la vida cotidiana. Dentro de cada aldea, todos se conocen. La negativa a asistir al velatorio de un vecino dice mucho, en especial porque el desconocimiento del suceso es muy poco probable. Dada la ubicación de las aldeas, los vecinos en cada una de ellas están al tanto de las actividades diarias de todos los demás.

El sufrimiento se alivia con compasión y solidaridad, ya sea ayudando a una madre a cuidar a su hijo enfermo o lavando un montón de ropa sucia, todas juntas.

La guerra contra las drogas cambió la economía de la compasión. La estigmatización agrava aún más la situación de estas viudas.

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El año pasado, conocí a Josephine, una mujer feroz, de mediana edad, con un diente de oro. Ella es la jefa de una aldea que describe como una comunidad violenta, afectada de forma crónica por las drogas, que ahora es pacífica y tranquila gracias a Oplan Double Barrel. Firme defensora de la campaña antinarcóticos del presidente, ella acompaña a la policía y a otros funcionarios del barrio o barangay durante las redadas en las guaridas de drogas, situaciones que a veces terminan en tiroteos.

En su oficina, nos mostró a mí y a mi colega la controvertida lista de viviendas vigiladas por drogas - un registro de personas en el barangay presuntamente involucradas con drogas ilegales. La lista tiene más de 600 nombres.

Algunos nombres en la lista están resaltados. [Se trata de personas que] fueron asesinadas a tiros por hombres armados en motocicleta o en operaciones antidroga de la policía. Hay una clara orientación de género en estas listas, predominantemente referidas a hombres. Independientemente de su precisión, se entiende por lo general que la mayoría de los involucrados con drogas son hombres.

Los intereses de las mujeres se presentan como justificación de la política punitiva de drogas. Josephine dijo que las madres acudían a ella implorando ayuda porque sus hijos se habían involucrado con drogas. Como jefa de la aldea, está orgullosa de haber podido enviar a esos niños a sesiones de apoyo psicológico y de Zumba2.

Las madres de las personas que usan drogas también son demonizadas como progenitores que han fracasado. Hablé con Celia, una mujer pequeña de unos 40 años. Ella lidera un grupo de voluntarios que exploran el barangay en busca de los malhechores. Su trabajo consiste en recopilar información sobre los residentes en el área que se le ha asignado.

Los datos que recopila consisten en encontrar nombres para incluir en la lista de alerta de [personas] involucradas con drogas del barangay. Ella dijo: “¿Por qué estas madres permiten que sus hijos estén fuera hasta altas horas de la noche? A veces, los padres también son culpables”. En el mismo contexto, Celia también expresó que prefiere que Duterte extienda su mandato.

Estas historias nos dicen que la guerra contra las drogas en Filipinas dio un giro más desagradable al convertirse en una guerra entre mujeres. Sí, las mujeres siempre son más vulnerables en tiempos de crisis. Pero son más que doncellas en desgracia. Las mujeres también son portadoras de diversas verdades.

No son jugadoras pasivas en la situación de las drogas. Asumen diversos roles e incluso entran en conflicto unas con otras. Como agentes activos, las mujeres pueden ser facilitadoras de la violencia, tal como pueden ser luchadoras radicales de un régimen brutal.

La politización de la guerra contra las drogas oscurece su vulnerabilidad. El único que se beneficia con esta situación es el presidente misógino responsable del baño de sangre.

Coron, Filipinas. Febrero 2016.

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Se retienen los nombres reales de los encuestados por razones de privacidad y anonimato.

El estudio es ganador del Subsidio para el Proyecto Filipinas de la Universidad Nacional de Australia.

Crédito de la imagen de portada: Basilio Sepe.

Bianca Ysabelle Franco

 

Este artículo fue publicado originalmente en BroadAgenda. Lea el artículo original.

 

Notas aclaratorias de la traductora:

1. El término mula (camello, en España) se refiere a lo que se conoce en toxicología como Portadores humanos de drogas. Se trata de personas que ponen sus vidas en gran riesgo al ocultar drogas ilegales dentro de sus propios cuerpos y así evitar ser detectadas por la policía.

2. Zumba es una disciplina deportiva que se imparte en clases dirigidas, en la que se realizan ejercicios aeróbicos al ritmo de música latina (merengue, samba, reggaeton, cumbia y salsa).