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Encontrar lo normal: potenciadores cognitivos e hiperproductividad

En las últimas dos décadas, el uso de medicamentos estimulantes recetados (como metilfenidato, modafinilo, sales de anfetamina, entre otros) como potenciadores cognitivos para mejorar el rendimiento académico y/o laboral ha despertado un gran interés en todo el mundo. Los investigadores se han centrado en gran medida en tratar de establecer la prevalencia de tales prácticas y debatir sus implicaciones éticas. Este es un desafío complicado y lleno de matices.

Aunque los expertos y los medios de comunicación han propagado la idea del dopaje cerebral como un fenómeno generalizado, no hay evidencia concluyente para apoyar esta afirmación. En 111 estudios individuales Revisados ​​en 2020, las estimaciones de la prevalencia del uso no médico de estimulantes recetados oscilaron entre el 2.1% y el 58.7%, debido a diferencias metodológicas y conceptuales entre los estudios individuales.

A su vez, los éticos han planteado interrogantes como: ¿en qué ocasiones los beneficios superan los riesgos? Si estos medicamentos realmente funcionan con riesgos mínimos, ¿no deberíamos permitir el acceso a quien quiera utilizarlos? ¿Qué pasa si se obliga a las personas a consumir estas sustancias para mantenerse a la altura de la competencia? Estas preguntas son relevantes para la toma de decisiones individuales y colectivas y tienen un enorme impacto potencial dependiendo de las respuestas que encontremos en los próximos años.

Sin embargo, el panorama sigue siendo incompleto si no analizamos por qué estos medicamentos se han convertido en una opción atractiva en primer lugar. Los potenciadores cognitivos encarnan las expectativas, frustraciones, demandas y sueños de sus consumidores, lo que añade un componente irracional a la decisión de consumirlos. Si no reconocemos este aspecto, no sólo no abordaremos el uso problemático, sino que también podemos contribuir a que siga siendo incomprendido. Por lo tanto, profundizar en la dinámica trabajo/estudio actualmente vigente puede ayudar a arrojar algo de luz sobre el contexto de la mejora cognitiva.

 

Romantizar las largas horas

De 2019 a 2021, yo y 15 personas entrevistadas en Uruguay que habían utilizado medicamentos recetados estimulantes como potenciadores cognitivos sobre sus experiencias, motivaciones y opiniones. Mi investigación sugirió que el uso de potenciadores cognitivos está invariablemente vinculado a la búsqueda de productividad.

Para algunas personas, puede que se trate de necesitar gasolina extra para permanecer despiertos la noche anterior a un examen importante para estudiar, lo que indica que dormir, una necesidad básica, a veces puede ser un obstáculo para el rendimiento académico. Según lo planteado por un entrevistado:

“En mi opinión, estudiar estaba antes que todo. (…) No sabía qué me iba a pasar, pero si [modafinilo] me iba a mantener despierto para aprobar el examen, bien. Era lo que necesitaba”.

Para otros, se trata de mantenerse al día en un entorno profesional exigente. En este sentido, un estudiante de medicina recordó que en su zona “hay una romantización del 'bueno, tengo un domingo libre al mes' que acaba derivando, como en el resto de la población, al abuso de sustancias".

¿De dónde surge la necesidad de trabajar muchas horas? Los entrevistados sugirieron que el clásico jefe agresivo ya no es necesario. En lugar de ello, reconociendo una “romantización” de la productividad, indican que las largas jornadas laborales se están autoimponiendo de manera sutil, vestidas con un ropaje neoliberal de “elección personal” que hace que parezca que proviene de “adentro”. Como lo señaló Deleuze, las técnicas disciplinarias han perdido espacio frente al marketing y la motivación. “Encuentra un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día”, como lo resumen los gurús del estilo de vida. Depende de nosotros descubrir para qué estamos hechos.

 

Lo que significa ser humano

El uso de potenciadores cognitivos también plantea consideraciones sobre lo que significa ser humano hoy en día y lo que nos impulsa a superar nuestras limitaciones naturales. ¿Qué se puede esperar razonablemente de uno mismo y dónde empiezan las demandas de superpoderes? Creo que esta pregunta se puede dividir en dos.

Primero: ¿de dónde vienen las demandas de superpotencias? Creo que el ejército es un lugar razonable al que mirar. La propaganda de las Guerras Mundiales no sólo presentaba a los soldados como superhéroes, sino también a los soldados (luego y hoy) también utilizan ampliamente estimulantes para mejorar sus capacidades. Nuestra obsesión por los superhéroes y por superar las limitaciones humanas está firmemente arraigada en todo el mundo; el éxito mundial de las películas de Marvel es testimonio de ello.

El imaginario del superhéroe sobrevivió mucho más allá del final de la guerra, mientras que gran parte de su expresión ha “invadido” nuestras vidas; la película Sin límites presenta una epopeya heroica que utiliza potenciadores cognitivos para “pelear” la “batalla” de nuestra existencia ordinaria en el trabajo.

Segundo: ¿existe algo llamado “esencia humana”? Los poshumanistas han abordado “lo humano” como un marco abierto, reconociéndolo como una noción cultural e histórica constantemente redefinida por la ciencia y la tecnología. En este sentido, el uso de potenciadores cognitivos como forma de hacer frente a las demandas culturales puede estar remodelando nuestra comprensión de las capacidades humanas, transformando las nociones sobre lo que es un “humano normal”. Por ejemplo, un entrevistado en mi trabajo de campo afirmó que el estimulante le permitía trabajar 12 horas, estudiar y después poder salir con amigos. Poder hacer todo esto lo hizo sentir normal, dijo.

Considerar al ser humano como un marco abierto nos aleja de preguntarnos si debemos mejorar o no. De hecho, tratar de mejorarnos a nosotros mismos podría ser lo que todos hemos estado haciendo desde el principio. Sin embargo, lo que esto puede estar haciendo inadvertidamente es normalizar estados irreales de hiperproductividad, donde el uso de potenciadores cognitivos y otros estimulantes permite esta realidad. ¿Es este un camino sostenible en el que estamos? Si no es así, ¿las drogas son las únicas culpables?

 

Volver a encontrar la normalidad

Suponiendo que no todo el mundo necesitaría manejar una carga de trabajo tan exigente para sentirse normal, ¿cómo llega uno a sentirse normal? ¿Y cómo el cuerpo se convierte en un instrumento para ello? Esto me recuerda las exploraciones de la subjetividad por Biehl, Goodman y Kleinman, quienes sostienen que el cuerpo es siempre más y menos de lo que parece que debería ser. Podemos aprender y reaprender continuamente a vivir con nuestro cuerpo y a través de él, en sus diversos estados de salud y enfermedad, juventud y vejez, aburrimiento y trauma, rutina e inestabilidad. Volver a aprender cómo vivir con nuestros cuerpos en diferentes estados y capacidades ayudará a comprender mejor nuestros límites, cuándo es necesario superarlos y cómo estos están en constante cambio a lo largo del tiempo.

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