>> Advertencia de contenido: descripciones de abuso sexual y violencia de género.
El 25 de noviembre el campaña de 16 días contra la violencia de género comenzó con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y finalizó el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. En el período previo a la campaña, el Asociación por los Derechos de la Mujer en el Desarrollo (AWID) lanzó el informe Movimiento Feminista y Mujeres resistiendo la Guerra contra las Drogas reuniendo las voces de las mujeres de todas las regiones y movimientos, destacando la guerra contra las drogas como un tema feminista. Este artículo destaca el impacto de la violencia de género y la guerra contra las drogas en las mujeres en México.
Aunque el presidente en ejercicio López Obrador ha afirmado que la guerra contra las drogas ha terminado y ha iniciado una estrategia dirigida a prevenir y tratar el consumo de drogas, las políticas actuales aún prefieren la detención a la despenalización efectiva. Además, el estado carece de una red pública profesional y basada en evidencia de centros residenciales de tratamiento de drogas; por el contrario, la mayoría de los centros son operados por centros privados de legalidad dudosa y rara vez certificados, que tienen una base religiosa y a menudo recurren a la tortura psicológica y física. Como TalkingDrugs ha informado, esta no es una práctica exclusiva de México.
Y la culpa no era mía
Las mujeres que consumen drogas y se mantienen tras las rejas oa puertas cerradas en México siguen siendo silenciadas por la violencia de género, la discriminación y el estigma. La triple carga de violencia machista, política punitiva de drogas y tortura sistemática que impera en México mantiene ocultas sus voces. Sin embargo, desde hace nueve meses, mujeres que consumen drogas y se encuentran privadas de su libertad en centros penitenciarios y en centros de tratamiento residencial en México, generosamente compartieron sus historias con Equis: Justicia para las Mujeres/ Equis: Justicia para las Mujeres, AC, una de las pocas organizaciones feministas en México preocupada por los impactos específicos de la Guerra contra las Drogas en mujeres en la cárcel, mujeres afectadas por tribunales de drogas y mujeres que usan drogas.
Como investigador de la Universidad de Chiapas y Equis, he hablado con una cincuentena de mujeres y niñas actualmente encarceladas por diferentes delitos -secuestro, venta de drogas, robo a mano armada, homicidios múltiples como sicarios, etc.- así como con mujeres en centros residenciales de tratamiento de drogas, tanto públicos como privados. privado. Entré, no sin peligro concreto para mí y las mujeres y niñas que conversaban conmigo, en centros privados para personas de escasos recursos económicos.
Generalmente denominados graneros (granjas) o “anexos” (anexos), estos centros son lugares donde el castigo físico es común, junto con el maltrato psicológico, el trabajo forzoso, el abuso sexual y el asesinato. Para aquellas mujeres que consumen drogas y se ven obligadas a vivir en estos centros por tiempo indefinido, la amenaza de no salir con vida es una preocupación central.
En América Latina y en todo el mundo se escucha un canto: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eres tú” (Yo no tuve la culpa, ni donde estaba ni lo que vestía. Tú eres el violador).
Las mujeres y las niñas en México comparten una lucha común en la que son sistemáticamente invisibilizadas, borradas e ignoradas por el sistema judicial, el sistema penitenciario y los centros de “tratamiento”, a menos que sea con el propósito de infligir más dolor: más del 90 por ciento de las mujeres que entrevistamos fueron víctimas de violencia sexual reiterada durante la infancia, entre los tres y los once años. Padrastros, primos, abuelos y vecinos fueron los principales perpetradores según nuestra investigación. El silencio o la incredulidad reforzaron el posterior desentrañamiento de los acontecimientos en la vida de estas mujeres.
Testimonios
Diana fue violada por su abuelo cuando tenía dieciséis años: cuando se lo contó a su madre, no le creyó. Diana acabó matando a puñaladas a su abuelo y fue condenada a dos años en un centro de menores. Cuando la conocí, ella tenía 20 años y estaba encerrada en un centro de tratamiento privado en el norte de México, un lugar del que nunca podrá salir hasta que su familia así lo decida. Básicamente, ella es una persona adulta privada de libertad ilegalmente, únicamente sobre la base del consentimiento de su familia.
shona, de 23 años, acudió a la entrevista afirmando “he tomado muchas drogas, he estado en muchos centros de rehabilitación, he vivido en la calle y he sido víctima de mucha violencia. Quiero ayudar a otras chicas”. Su historia comenzó los domingos por la tarde entre los seis y los once años, cuando sus primos abusaban de ella todas las semanas después de misa mientras la familia estaba reunida en el salón de adultos. “Solo quería que mi madre abriera esa puerta”, dijo. Nunca habló con su madre ni con nadie de su familia al respecto. A los ojos de su familia y de la sociedad, ella es sólo “una drogadicta”, una descarriada, un fracaso moral, una mala madre y una hija ingrata que entregó su vida a las drogas, deshonrando a la familia perfecta del pastor protestante.
Cuando ella tenía dieciséis años, Alejandra fue secuestrada y violada en dos ocasiones por hombres de su aldea rural pobre. Cuando la tuvieron recluida durante tres días, la golpiza y la violación se dieron frente a otros niños de su edad y sus cautivos les dijeron “Mira y aprende a tratar a las mujeres”.
Fuera de la violencia, fuera del estigma
La violencia ejercida por los hombres y el descreimiento de la familia o las denuncias posteriores denunciadas –como “provocaste a tu padrastro”– son reproducidas y aumentadas por el Estado. Como afirmaron cinco mujeres en prisión: “El Estado sólo nos detiene, golpea o mata”.
Las mujeres que consumen drogas y se encuentran privadas de su libertad en México siguen siendo relativamente invisibles como víctimas de la guerra contra las drogas. Nuestro propósito, ahora, es hacer oír su voz, con la cautela y el cuidado que conlleva su valentía para hablar. Mientras están en prisión, las mujeres están bajo el control total del estado o, posiblemente, en situaciones de mayor riesgo bajo detención paralegal en centros de tratamiento.
Escuchamos para que podamos empezar a hablar de formas específicas de violencia de género y su connivencia con la guerra contra las drogas como cuestión feminista, sino también para que estas mujeres y niñas forjen los horizontes de futuro de las mujeres que consumen drogas. Fuera de la violencia, fuera del estigma. Y la culpa no era mía.
*Corina Giacomello es investigadora de la Universidad de Chiapas y Equis Justicia para las Mujeres, México; cgiacomello@gmail.com